15324 - Día de conmemoración del Genocidio del Helenismo del Ponto

N. Lygeros
Traducción al español de Eduardo Lucena González y Olga Raptopoulou

Quisiera en primer lugar deciros que es un honor que estemos aquí. Pero no quiero daros las gracias por ello, puesto que se trata de un deber. Es lógico estar aquí. Es de esperar. Simplemente muchos no lo creen y están aquí por otros motivos. No nos importa. Nunca antes nos ha importado. Por una razón muy simple: los muertos no votan. Ocupémonos, pues, de ellos ya que vamos al grano. Estoy muy contento con lo que he visto hoy, con lo que está detrás de mí, porque está también sin duda por delante. Ya sabéis que con los griegos del Ponto todo se vuelve extraño. Frente al monumento me pusieron detrás del sacerdote y ahora en este acto me han puesto delante de los jóvenes. Supongo que habrá un término medio. Vais a entenderlo también. La idea es simple. No venimos aquí sólo para decir que hemos venido y que volveremos de nuevo el año que viene. Venimos aquí porque hay una necesidad. Oímos tanto, pero vemos tan poco… Muchos movimientos pero pocos actos. Los griegos están por los valores, no por las autoridades. Nadie en Grecia cree en ellas. Ni antes, ni ahora, ni en el futuro. Por eso somos diacrónicos. Las autoridades cambian. A veces colaboran. A veces nos torturan. A veces nos reprimen. Para nosotros la ley se convierte en ley sólo cuando es humana. No aceptamos el Derecho Romano. La ley, cuando es dura, no la aceptamos. Tenemos que entender por fin que la cuestión del genocidio no es una cuestión histórica. La historia lo registró. El problema es que ahora es humano. Si lo olvidamos, si no afirmamos su existencia, desaparece. No hay que esperar nada, pero nada, de los académicos. ¡Jamás! Ellos vienen siempre después. Cuando estudian el problema. No esperéis nada de los historiadores. Ellos también vienen después para explicarnos lo que nos sucedió. La historia está escrita por hombres, no por especialistas. Lo que ha sido escrito por los griegos del Ponto inspiró a Lemkin a inventar la palabra genocidio, combinando una palabra griega y una palabra latina con el fin de mostrarnos a todos que no es una cosa local. Tampoco nacionalista. Es algo universalmente humano. Carecemos tanto de inteligencia que no entendemos que cada vez que alguien usa la palabra genocidio reconoce automáticamente el de los griegos pónticos, armenios y asirios. Porque estos fueron los genocidios que constituyeron el ejemplo para que Lemkin inventara esta palabra. Porque no había palabras. Falta tanto entendimiento que durante el día de conmemoración del genocidio continuamos pidiendo un minuto de silencio. No hemos entendido nada. Eso fue lo que querían los genocidas. Callarnos. Lo mismo se anota en la Biblia, donde se dice: incluso si se callan los hombres gritarán las piedras. Nadie nos puede obligar a guardar silencio. Guardamos silencio por uno, no por un genocidio. El objetivo del genocidio es no hablar. Normalmente deberíamos gritar para demostrar a los genocidas que no han sido capaces de hacer bien su trabajo, que estamos todavía aquí después de tantos años y no pensamos irnos. No trataremos de mirar el Ponto desde lejos. ¡El Ponto está ocupado! Debemos, por tanto, seguir esta lucha para prepararnos. La cuestión no es sólo la disculpa. Son muchos los que piden perdón. No hacen nada más que eso. Incluso si se disculpan, ¿qué puede cambiar? Que sepáis (los que no saben de estrategia) que en algún momento ellos pedirán perdón y algunos de nosotros nos detendremos. Y no han entendido que esto es sólo el principio. El proceso de reparación presenta muchos estadios. El reconocimiento es el primero de ellos. Nada más. En la fase de rectificación las disculpas no bastan. ¿Por qué? Porque no puedes matar a tantas personas y luego pedir perdón. No os quedéis solamente en esta palabra. Esta palabra es solamente la primera, no la última. Debemos entender que también nosotros, si queremos el reconocimiento internacional, debemos reconocer otros genocidios. Me alegro porque este año la asociación Panpontia ha reconocido el genocidio de los asirios. Es también una carencia para Grecia, ya que somos tres genocidios. Una trinidad de genocidios con el mismo verdugo, con la misma estrategia. Y nosotros hemos reconocido sólo los dos primeros, el de griegos y armenios, y no entendemos que si vamos a los tribunales nos dirán: Pero si ustedes mismos no reconocen lo que dicen. Somos tres. Y no estamos separados. Tres, como dice la religión. Una trinidad. Esta misma trinidad es la que obtuvo los resultados. Hasta en Suecia. Hasta en la Unión Europea y en Australia. Separados no lo logramos. El genocida tiene plan, tiene estrategia, tiene geopolítica. La víctima no entiende hasta dónde son capaces de llegar. E incluso si le avisan, dice: Esto no puede estar sucediendo. Sin embargo, sucede. Tenemos que ser serios. Porque, en efecto, hay algunos aquí que creen que organizando estos eventos es suficiente para evitar un futuro genocidio. Pero incluso ahora tienen lugar genocidios. Y estos eventos se hacen solamente para motivar a los jóvenes. ¿Cuántas veces habéis visto jóvenes vestidos de negro? Pues eso es lo que les espera, porque en un genocidio no hay juventud sino sólo ancianos. Los genocidios funcionan a través de los siglos. Lo habéis dicho muy bien: Hablamos hasta a los que no han nacido. Eso es lo que van a recordar. Lo que hicimos, lo que hacemos, lo que vamos a entregarles. No es suficiente contar que éramos sólo víctimas. Los griegos del Ponto no nacieron víctimas. Poseían ya una cultura y por poseer una cultura se convirtieron en víctimas de la barbarie. Porque se trata de barbarie. Se lo oía muy sencillamente decir a un señor: ¿De qué hablamos cuando escuchamos acerca del proceso de adhesión? Es inaceptable. Es muy simple: el genocidio es criterio; no podemos tener una barbarie incorporada a la civilización. Está muy claro todo el contexto: no hay ninguna diplomacia sobre ello, no podemos discutir si hubo genocidio o no; el genocidio existe. Primero el genocidio y luego hablamos. De otra manera no tiene sentido. Nos rechazamos a nosotros mismos. Seguimos haciendo lo mismo que nuestros antecesores, quienes no hicieron nada. El genocidio de los armenios está prohibido en Turquía. Puedes ser condenado a diez años de prisión sólo por mencionarlo. Lo mismo se aplica para las zonas ocupadas en Chipre. Y sin embargo, nosotros nos preguntamos todavía qué debemos hacer. Es muy simple: tenemos que ser nosotros mismos en este artículo. Es importante que incluso el genocidio de los griegos del Ponto también esté prohibido, porque si no, no hemos molestado a la barbarie. La barbarie es sencilla: cuando le miráis a la cara ya sabéis quiénes sois. No es necesario llorar cada vez. Sin embargo existe la necesidad de luchar, la necesidad de una batalla, y esta batalla debe tener seguidores. No podemos ser sólo nosotros, siempre los ancianos. ¿Y después? Aquí vemos ya ancianas con nosotros. Son jóvenes, pero se han vestido de negro, con la luz del negro, eso que permite a los hombres entender qué es el color. Nos vestimos con los trajes tradicionales y creemos que tienen valor, cuando lo que estamos es en carnaval. Hay que entender que cada detalle tiene sentido, sí, cada detalle. Aquí estamos todos juntos porque no nos hemos olvidado de nuestros muertos. Pero muy a menudo nos olvidamos de los no nacidos. Estamos cansados a veces, pero ¿quién se atreve a decirle a una víctima del genocidio que está cansado por su culpa? Ellos ni siquiera tuvieron el derecho a cansarse, el derecho a llorar. No es suficiente. Estamos aquí por la dignidad humana. Si no hacemos algo nosotros, el resto se va a olvidar de ellos. Somos los que representan a la Humanidad, tal y como ellos la representaron. Son crímenes contra la Humanidad y no tienen nada de local. Por lo tanto, debemos entender que si estamos unidos es entonces cuando surgen las verdaderas dificultades. Al construir este monumento tuvimos problemas. ¡Eso es bueno! Anotamos un punto. Si erigís un monumento y no tenéis problemas, no hay necesidad de erigirlo. (Dirigiéndose a Constantinos Fotiadis) Escribiste libros y tuviste problemas. ¡Eso es bueno! Anotaste un punto. No hay nadie que luche contra la barbarie sin afrontar problemas. Los que no tienen problemas (es muy simple) es porque no hacen nada que moleste. Lasker, campeón del mundo de ajedrez, decía: “No busques la mejor jugada; busca la buena, la que moleste al oponente”. Quería preguntaros cuántas veces habéis molestado a la barbarie, a cuántas listas negras pertenecéis porque consideran inaceptable lo que hacéis, promocionando la cuestión del genocidio. Si lo evaluáis con detenimiento, se entiende por qué nosotros en Grecia al tener a alguien que ha producido una obra decimos simplemente “digno” cuando se muere. Debemos entender, por consiguiente, que si el Ponto se convirtió en una víctima de la barbarie es porque la civilización que había creado era importante. Molestaba y acosaba. En Grecia hemos superado muchos estadios sobre la cuestión del Ponto. Hemos pasado de lo inexistente y gradualmente hemos llegado a hacerlo chiste. Ahora pasamos a la reivindicación. Pero se necesita orgullo, entusiasmo, tenacidad y resistencia. No terminaremos ahora. Cuando escucháis que esta lucha se lleva a cabo para ser reconocida por Turquía, esto no será sino al final. Lo que queremos, el presidente lo ha dicho muy bien, es el reconocimiento internacional. El reconocimiento internacional no va a tener lugar por parte de Turquía. El reconocimiento vendrá de los países que respetan a la civilización, que creen que son inaceptables los que promocionan la barbarie, y por esta razón tenemos ahora por fin que pasar a la siguiente etapa y prohibir esta barbarie. No hay griego que acepte la barbarie, por el simple motivo de que va en contra del Helenismo. No podemos simplemente decir que no nos molesta desde el momento en que creemos que así es. Por el contrario, nos molesta porque cada vez que alguien insulta al genocidio insulta a nuestros antepasados ​​y nosotros no decimos nada. Lo llamamos libertad de expresión o expresión libre, cuando de lo que se trata es de asquerosidad libre. Es una cobardía libre porque no tenemos agallas y no hay tiendas para comprarlas. Pero, por suerte, los que vinieron del Ponto vinieron con agallas. Así que todos debemos entender, incluso si no somos griegos pónticos (no importa, no somos todos perfectos), lo siguiente: la contribución del Ponto al Helenismo es un asunto de gran envergadura, y creemos que se trata simplemente de una cuestión de una parte de la población. Nada más lejos de la verdad. El Ponto es un punto de referencia. Y si no lo fuera, no habría sufrido el genocidio. Yo quiero que veáis también una cosa muy simple: cuando hablamos sobre el genocidio de los griegos pónticos, los pónticos hablan de Imperio bizantino. Los pónticos hablan de Imperio bizantino, porque estaban allí, incluso después de Imperio bizantino. Los pónticos cantaron a Constantinopla porque estaban todavía allí, en el Ponto. En este punto, ¿cuál es el problema? Que después de los pónticos no había nadie. ¿Quién le canta al Ponto? ¿A lo que vivió? He aquí el problema de ser el último. Cuando eres el último, hablas del penúltimo. Pero cuando eres el último, ¿quién habla de ti? Hay que entender muy claramente –es un consejo del propio Cristo– que los últimos serán los primeros. Deben entender los pónticos que ya no son los últimos, sino los primeros que reivindicarán cosas muy concretas para mostrar, como punta de lanza, a los demás que no se arrodillaron, que no se vieron paralizados incluso después de un genocidio, que están todavía aquí y siguen luchando porque sencillamente los genocidas no tuvieron éxito. Los otomanos, los Jóvenes Turcos, Kemal… no fueron suficientes para destruirnos. Me diréis que es lógico que con los griegos el enemigo siempre debe ser más fuerte, porque de lo contrario no jugamos. Así que cada vez que oigo a alguien que me dice: “pero, ¿es posible hacerles resistencia a ellos, que son una potencia, que tienen tanta población, que tienen tal economía?” Por supuesto que es posible, porque nosotros no hacemos nada más que eso desde hace siglos. Siempre éramos débiles, siempre nos quejábamos, pero siempre estamos aquí. Por esta razón hemos elegido como lema de Grecia: “¡Grecia nunca muere!”. Así que los que creen que vamos a morir, los que tienen el síndrome de Estocolmo, los serviles y los traidores no nos molestan. Desde hace siglos vivimos con todos ellos. Nunca nos molestaron en la tarea de continuar siendo un regalo para la Humanidad. El Helenismo es este regalo. El Helenismo del Ponto es parte de dicho regalo. No miréis a los pónticos de manera miserable. Si cometen errores al reivindicar algo, decídselo. Dejadme daros un ejemplo. Como veis en las banderas, algunos han puesto el águila monocefálica al revés. Si creían que no les iba a decir nada, se equivocan. ¡Que cambien las banderas, que las bajen si el águila está al revés, porque ya no constituyen un lema! El Ponto mira hacia Constantinopla. El Ponto mira lo que tenemos que mirar también nosotros. Constantinopla es el centro desde hace siglos. No elegimos cualquier otra ciudad para bautizarla como la Ciudad. Ninguna otra. Una es la Ciudad. Y si ahora está ocupada, no importa, será nuestra otra vez. Muchas gracias.