16288 - La Resurrección de la Iglesia
N. Lygeros
Traducción al español de Eduardo Lucena González y Olga Raptopoulou
En el año de gracia de 1236 nadie, pero nadie, podría prever
esta tremenda decisión de la Humanidad.
Nadie salvo los Santos, quienes conocían el futuro antes del presente.
Durante siglos la violación no se había detenido ni por un momento.
La grandeza trataba de ocultar la esclavitud y los miedos.
Los violadores habían destruido de la manera más bárbara la iglesia,
tratando de borrarla de la historia.
No querían siquiera una mención a su existencia en los siglos venideros.
Pero las piedras no callaron.
Y algunas de ellas tenían encima el Cristograma con el fin de no olvidar la esencia.
Una de ellas guardó el Maestro, como prueba para los que vendrían y
que no creerían en la historia.
Tras la destrucción de la iglesia, nadie, pero nadie, podría creer
que las cosas cambiarían.
Después de siglos de ocupación, qué podía hacer un pueblo que sufría.
Todo, con tal de que siguiera creyendo.
Esa era la lección de los Santos.
Y esa era la Enseñanza.
No bastaba con la destrucción total y los conquistadores decidieron construir sobre las ruinas con el fin de desvanecer todo rastro de la previa presencia.
Querían traer al mundo un edificio sagrado dotado de la grandeza de la barbarie
para servir de ejemplo a todo Occidente.
Era el estigma de la conquista y la subyugación.
Así construyeron robando piedras con las manos de los serviles que habían perdido su religión y que creían sólo en ellos.