Todos aquellos que todavía no se han dado cuenta de que el elemento común entre el Estalinismo y Kemalismo es el genocidio y de que esto se deriva estructuralmente de su partidismo, intentan, incluso hoy en día, justificar lo inaceptable. Si el genocidio y las persecuciones han sido tan eficaces contra las víctimas, fue porque la ideología de la imposición de un sistema, sin el consentimiento de la gente, se abocó irrevocablemente a este resultado. Los acuerdos pactados entre estos regímenes, y por supuesto con Hitler también en el segundo periodo, siempre tenían como objetivo la miseria y la desdicha de la gente con el fin de obligarla a aceptar un sistema inaceptable e inhumano que llegaría a acabar cometiendo genocidios. Lo más increíble es que las víctimas de las persecuciones que se hallaron en la Unión Soviética, después del genocidio, han sufrido el síndrome de Estocolmo y ven aún, hoy en día, de manera amistosa los partidos políticos que siguen los modelos de Stalin y Kemal, como si no se hubieran enterado de nada. E incluso ahora, apenas entienden que estos brutos partidistas son simplemente el epifenómeno de una estructura rígida, hecha para destruir a los pueblos bajo el pretexto de la igualdad que se convierte en el eslogan: todos iguales, todos muertos.